"El
caso era que las pretensiones del proletariado de París, en la medida en que
excedían del marco de la república burguesa, no podían cobrar más existencia
que la nebulosa del Luxemburgo.
Los
obreros habían hecho la revolución de Febrero conjuntamente con la burguesía; al lado de la burguesía querían también
sacar a flote sus intereses, del mismo modo que habían instalado en el Gobierno
provisional a un obrero al lado de la mayoría burguesa. ¡Organización del trabajo! Pero el trabajo asalariado es ya la
organización existente, la organización burguesa del trabajo. Sin él no hay
capital, ni hay burguesía, ni hay sociedad burguesa. ¡Un ministerio propio del trabajo! ¿Es que los ministerios de
Hacienda, de Comercio, de Obras Públicas, no son los ministerios burgueses del trabajo? Junto a ellos, un ministerio proletario del trabajo tenía que ser
necesariamente el ministerio de la impotencia, el ministerio de los piadosos
deseos, una Comisión del Luxemburgo. Del mismo modo que los obreros creían
emanciparse al lado de la burguesía, creían también poder llevar a cabo una
revolución proletaria dentro de las fronteras nacionales de Francia, al lado de
las demás naciones en régimen burgués. Pero las relaciones francesas de
producción están condicionadas por el comercio exterior de Francia, por su
posición en el mercado mundial y por las leyes de éste; ¿cómo iba Francia a
romper estas leyes sin una guerra revolucionaria europea que repercutiese sobre
el déspota del mercado mundial, sobre Inglaterra?
Una
clase en que se concentran los intereses revolucionarios de la sociedad
encuentra inmediatamente en su propia situación, tan pronto como se levanta, el
contenido y el material para su actuación revolucionaria: abatir enemigos,
tomar las medidas que dictan las necesidades de la lucha. Las consecuencias de
sus propios hechos la empujan hacia adelante. No abre ninguna investigación
teórica sobre su propia misión. La clase obrera francesa no había llegado aún a
esto; era todavía incapaz de llevar a cabo su propia revolución.
El
desarrollo del proletariado industrial está condicionado, en general, por el
desarrollo de la burguesía industrial. Bajo la dominación de ésta, adquiere
aquél una existencia en escala nacional que puede elevar su revolución a
revolución nacional; crea los medios modernos de producción, que han de
convertirse en otros tantos medios para su emancipación revolucionaria. La
dominación de aquélla es la que arranca las raíces materiales de la sociedad
feudal y allana el terreno, sin el cual no es posible una revolución
proletaria. La industria francesa está más desarrollada y la burguesía francesa
es más revolucionaria que la del resto del continente. Pero la revolución de
Febrero, ¿no iba directamente encaminada contra la aristocracia financiera?
Este hecho demostraba que la burguesía industrial no dominaba en Francia. La
burguesía industrial sólo puede dominar allí donde la industria moderna ha
modelado a su medida todas las relaciones de propiedad, y la industria sólo
puede adquirir este poder allí donde ha conquistado el mercado mundial, pues no
bastan para su desarrollo las fronteras nacionales. Pero la industria de
Francia, en gran parte, sólo se asegu ra
su mismo mercado nacional mediante un sistema arancelario prohibitivo más o
menos modificado. Por tanto, si el proletariado francés, en un momento de
revolución, posee en París una fuerza y una influencia efectivas, que le
espolean a realizar un asalto superior a sus medios, en el resto de Francia se
halla agrupado en centros industriales aislados y dispersos, perdiéndose casi
en la superioridad numérica de los campesinos y pequeños burgueses. La lucha
contra el capital en la forma moderna de su desarrollo, en su punto de apogeo
—la lucha del obrero asalariado industrial contra el burgués industrial— es, en
Francia, un hecho parcial, que después de las jornadas de Febrero no podía
constituir el contenido nacional de la revolución, con tanta mayor razón,
cuanto que la lucha contra los modos de explotación secundarios del capital —la
lucha del campesino contra la usura y las hipotecas, del pequeño burgués contra
el gran comerciante, el fabricante y el banquero, en una palabra, contra la
bancarrota— quedaba aún disimulada en el alzamiento general contra la
aristocracia financiera. Nada más lógico, pues, que el proletariado de París
intentase sacar adelante sus intereses al
lado de los de la burguesía, en vez de presentarlos como el interés
revolucionario de la propia sociedad, que arriase la bandera roja ante la bandera tricolor [34].
Los obreros franceses no podían dar un paso adelante, no podían tocar ni un
pelo del orden burgués, mientras la marcha de la revolución no sublevase contra
este orden, contra la dominación del capital, a la masa de la nación
—campesinos y pequeños burgueses— que se interponía entre el proletariado y la
burguesía; mientras no la obligase a unirse a los proletarios como a su
vanguardia. Sólo al precio de la tremenda derrota de Junio [35] podían los obreros comprar esta victoria."
Las luchas
de clases en Francia de 1848 a 1850. Karl Marx
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